sábado, 14 de febrero de 2009

Tu amante bandido

No sé cómo terminar lo que nació, lo que surgió cuando te encontré. Tu estabas ahí, tan bonita, tan arreglada, esperando encontrar a alguien que quisiera compartir su vida contigo. También estaba yo, frío y desprotegido, a merced de mi destino: muy jodido, la verdad. Éramos tal para cual, lo sabía; tú lo sabías.

Y aquella tarde de sábado decidí entrar en ti, furtivamente. ¿Sabes? Estuve mucho tiempo observándote, calculando y cavilando la mejor forma de lograr llegar hasta ti, y poder así… ya sabes, acabar lo que empezó aquella tarde de sábado, en tu cama.
Y así fue como nosotros comenzamos esta relación. Yo te cuidaba, te mimaba, te daba todo lo que necesitabas… tú me entiendes, ¿verdad? Sabes perfectamente a lo que me refiero. Tú a cambio me proporcionabas esa seguridad que tanto añoré y necesité durante mucho tiempo: eras mi guardiana, mi protectora, mi más cálida amiga. Fuiste mi fiel compañera en todo momento, tanto en aquellas noches fogosas y calientes, como en las fiestas que organicé por ti, o en aquellas horas de soledad. Cuando te necesitaba siempre estabas ahí, inmensa y acogedora. En ocasiones me pareciste hasta simpática, incluso creí escuchar tus carcajadas cuando yo aparecí aquella noche por la puerta, y me miraste pensando: “¡Dios! Menuda cogorza que lleva…”
¿Y él? ¿Te acuerdas…? Creo que nunca lograré olvidar ese momento: tú y yo solos, en tu cama, y él entrando por la puerta. Me avisaste, lo sé. Aún ahora me asombro de la rapidez con que logré saltar desde la terraza a casa de Maite, llevándolos de corbata.
Tengo muy claro que todo surgió de una forma un tanto forzada, no sé, eso me parece al recordar que te violé. Puede que te sea duro acordarte de todos aquellos momentos, porque al final estaba claro que me querías, me amabas, sólo querías sentirme dentro de ti una y otra vez.
Ahora se me dibuja una sonrisa cada vez que recuerdo aquello que leí nada más te conocí: “Se vende”. Fue muy bonito disfrutar de ti durante estos dos meses, pero al final ocurrió lo que tenía que ocurrir: la Guardia Civil me ha echado a patadas de ti, mi casa. Bueno, técnicamente era de un tal Francisco García Robredo, pero yo te quise igual, que conste.
Luis Avaria Escrivá