jueves, 14 de febrero de 2008

Árboles

Árboles

Ya ha vuelto el otoño para cobrar a los árboles el pago anual de hojas y tú sigues sin contestar mis cartas. Un día tu rostro se difuminó entre los árboles, parece ayer, y desde entonces no he vuelto a saber de ti.
Sé que sigues por ahí y no te exijo nada, no te pido más que una respuesta a lo que te pregunto cada día en mis cartas: ¿por qué te fuiste abandonándome sin ninguna explicación, sin una despedida? ¿Ni siquiera me merecía una despedida?
Todavía hoy, seis años, dos meses y cuatro días después no has tenido la valentía de decirme nada. Tú que eres un héroe. ¿Por qué? Quisiera entender por qué si la vida nos sonreía me dejaste sola a mi suerte en este mundo, todo me parece tan diferente…
Te necesito. Y tú a mí; sé que todavía nos amamos como el primer día en que supe que eras tú, eras tú quien la vida había cruzado en mi camino para hacer más ancha su sonrisa.
Me niego a creer que todo lo que hemos vivido cayó al vacío porque no es cierto. Yo lo he salvado, nos he salvado, pues todo sigue muy presente en mis recuerdos, como tú; las noches de verano cuando sopla esa brisa fresca que tanto nos gustaba, puedo sentir tus vivas manos rozando mi cuello, tus dedos fundiéndose en mis cabellos, tus caricias sobre mi cara… Rendida se me rebelan las lágrimas, pero ya no me consuelas. Ahora el aire es frío y araña la piel pero no me atrevo a encender la chimenea del salón. Todo es frío pero a veces me despierto de madrugada y me parece ver una niebla, las sábanas me enredan y un calor invade mi cuerpo por dentro al tiempo que se me eriza la piel. Quiero sentir que me envuelves como antes, pero es distinto.
Sé que tú también me tienes presente y aunque no comprendo por qué no respondes mis cartas, sé que las lees. Y que las guardas, porque le he preguntado al viento cuando se lleva las hojas. Ese viento cuyo hermano gemelo se alió con el fuego hace seis años, dos meses y cuatro días destruyendo tantos árboles y destruyendo mi vida. No pudiste evitar meterte, por supuesto que no, era tu trabajo; eso es lo que me contestarías. No sé de qué sirve preguntártelo cada día si siempre lo he sabido. Pero aun así contéstame, contéstame por favor. Sé que sigues vivo. Los árboles me lo han dicho.
Delia Miret